martes, 21 de abril de 2009

Ukraine (Lviv-Kiev)





Después de una larga hora de papeleo en la frontera, salimos de los confines de la Unión Europea para adentrarnos, por primera vez, en un estado que antiguamente fue miembro de la URSS, en el segundo país más grande del continente europeo, en el país de Chernobyl..

Pues bien, al cruzar la frontera nos encontramos con un mundo diferente. Éste nos ofrece un idioma ilegible, unas carreteras impracticables y un paisaje rural de otros tiempos. Al llegar a Lviv (antiguamente territorio polaco) nos encontramos con una ciudad anticuada, con coches de más de cuatro décadas y con un sinfín de iglesias, en su mayoría ortodoxas.

Nos hospedamos en un albergue ambientado en la carrera espacial rusa, es realmente original.

Empezamos a visitar la ciudad bajo un calor asfixiante, el cuál nos obliga a hacer una paradita para refrescarnos y degustar la cerveza ucraniana. Desde la terraza del bar observamos todo lo que sucede a nustro alrededor y comentamos todo lo que nos está sorpendiendo: un deteriorado y precioso casco antiguo, las numerosas iglesias llenas de vida y de color, un arcaico y atractivo tramvía, el adorable aspecto de los abuelitos ucranianos… pero todavía no somos conscientes de que lo que más nos sorprenderá a lo largo del viaje será la amabilidad y cercanía de los ucranianos.

La primera noche, decidimos seguir las recomendaciones de la bella recepcionista del albergue y nos dirigimos a cenar a un restaurante que saciará nuestro apetito con deliciosos platos tradicionales. Será antes de la cena cuando toparemos con la policia, quienes en un supuesto control de “drogas” nos exigen identificarnos y nos cachean. Obviamente, no encuentran nada, pero resulta que dicha pareja de policias lo único que queria era estafarnos 20€. Lógicamente nos negamos, y después de más de 15 minutos de discusión, no sabemos todavía ni cómo logramos salir victoriosos. El problema vendrá después, cuándo 4 horas más tarde, al salir de un bar de copas nos topamos con la misma pareja, quién nos vuelve a dar el alto y a pedir identificación. Paula, Sergi y Miriam corren hacia el bar dónde estábamos.. yo me quedo atónito y tras unos segundos corro hacia el bar con la policía persiguiéndonos. El portero del bar me dice que nos podemos quedar ahí dentro todo el timepo que necesitemos (es un bar 24h), que no entrarán; pero mientras, mis tres compañeros hablan con unos chicos ucranianos y rusos, quienes se ofrecen a ayudarnos. Entre ellos hay un abogado que sin vacilar un segundo sale a la calle con nosotros y 7 u 8 amigos suyos para ir a ver que quiere la policia. La policia huye y estos chicos/as nos acompañan hasta el albergue para que no tengamos ningún problema más con la policia. Intercambiamos teléfonos y correos; Paula, Miriam, Sergi y yo no sabemos como agradecerles su inestimable ayuda. Subimos a la habitación emocionados y casi sin entender como unos desconocidos se han ofrecido a ayudarnos en lo que podría haber sido un problema con la policía. Nos miramos perplejos y casi avergonzados por tener una imagen de las gentes que habitan esta parte del mundo tan errónea y tan alejada de la realidad.

A la mañana siguiente proseguimos con nuestro viaje de turismo por Lviv, previo conncierto improvisado en la cocina del albergue, él: griego, a la guitarra y voz, y nosotros como coro. Nos alejamos de la ciudad para ver un famoso cementerio, una vez estamos allí comienza a llover y decidimos volver al centro de la ciudad, es aquí, cuándo perdidos y mojados conocemos a la gentil María. Ella es una preciosa ucraniana de unos 70 años, que apenas habla inglés, pero que se esfuerza enormemente por comunicarse con nosotros. María nos indica como llegar al centro en transporte público, y viendo que comenzamos a estar empapados, nos ofrece cobijo bajo su estrecho paraguas. Espera con nosotros más de media hora y se sube al bus, e incluso intenta pagarnos el billete, por supuesto no se lo permitimos. Al llegar al centro nos despedimos de ella y apuntamos en nuestros corazones su nombre con letras mayúsculas. ¡Qué mujer!

Esa misma tarde, y grácias al cambio €/moneda ucraniana, nos permitimos el capricho de ir a disfrutar de la ópera de Lviv, a la representación de “Fígaro”. Los cuatro éramos primerizos, y a pesar de alguna cabezadita debida al agotamiento, disfrutamos mucho de ésta primera experiencia. Nos quedan ganas de repetir.


Antes de la ópera visitamos un mercado ucraniano y alucinamos al observar como la carne y pescado están expuestos, sin vitrinas ni neveras encima de unas mesas. Inicialmente nos desagrada y pensamos en la poca higiene de esos puestos, en lo atrasados que están, pero luego reflexionamos y nos percatamos de que no toda la vida los mercados han sido como lo son hoy en día en occidente, y nos miramos otra vez avergonzados por nuestras involuntarias miradas prejuiciosas y con un “ligero aire de superioridad”, de niños “ricos”.

Si no recuerdo mal, esa misma noche visitamos el bar del creador del “sadomaso”, toda una experiencia el ver a gente tomandose una copa mientras se azotan, cuanto menos curioso.

La tercera noche la pasamos en una cabina para cuatro en el tren de Lviv a Kiev, un tren muy cómodo y moderno. Despertamos en la ciudad dónde se originó la Revolución Naranja, compramos unas fichas de plástico para pagar el metro y nos dirijimos al centro mientras nuestra siempre eufórica, alegre y divertida Miriam corea (y le resto le seguimos): ¡Kiev, kiev, kiev!

Descubrimos una ciudad mucho más moderna y rica que el resto de Ucrania. Es una ciudad de grandes avenidas, tiendas caras, coches de último modelo y ciudadanos “fashion”. Es una ciudad realmente bonita y plagada de palacios, edificios institucionales e iglesias de cúpulas doradas.

Un señor mayor nos escucha mencionar el nombre de una iglesia de la ciudad y se acerca a nosotros para explicarnos como llegar. Le explicamos que sólo estaremos un día, que nos recomiende que visitar, y muy amablemente nos indica unos lugares preciosos para visitar (a los que erróneamente no habíamos pensado ir).

De Kiev podríamos decir muchas cosas, pero yo sólo diré que es espectacular.

Hubo un hecho que nos dejo turbados, éste fue que observamos como dentro de las iglesias los feligreses pagaban por escribir en un papel un deseo y entregarselo al “sacerdote”.

Esa misma noche, después de un exahusto día, nos subimos a un tren para volver a Lviv. Era un tren antiguo y sin compartimentos cerrados, por lo que al poco rato el olor a humanidad (al cuál también nosotros contribuimos) nos deja extasiados; los ronquidos y la ausencia de intimidad son indescriptibles. Estamos seguros de que algo así en España sería inviable hoy en día, ¿quizás nos hemos vuelto todos muy finos?

Al llegar a Lviv nos dividimos, Miriam coge un tren y va directa a Kraków (ya que tenía que estar a una hora concreta en la ciudad para recibir a Ibai), Paula, Sergi y yo ibamos a quedarnos un día más, pero ante el mal tiempo decidimos volver.

Deshacemos el camino de vuelta a casa de la manera más económica posible. Cogemos un autobus que nos lleva hasta la frontera con Polonia, una vez allí la cruzamos a pie (acompañados de un amable chico ucraniano, que también tenía que cruzarla por temas de papeles, que se ofrece a indicarnos el camino y hacernos de traductor ante cualquier probema con los torpes, corruptos e ineficientes policias de la frontera ucraniana). Después de cruzar la forntera debería de haber un bus que nos lleváse hasta un pueblecito polaco dónde cogeríamos un tren “intercity” hasta Kraków, pero puesto que era Pascua, los buses no funcionaban. Un improvisado taxi (un particular con su coche y su abuela dentro de él), después de negociar con el chico ucraniano de la frontera, nos lleva hasta dicho pueblo. Cogemos el tren y al llegar a las afueras de Kraków, éste se para y nos tenemos que bajar a coger un tramvía, por lo mismo que antes, porque era Pasqua, no funcionan y una chica a la que preguntamos como llegar nos ofrece el coche de su hermano (que venía a buscarla) para llevarnos hasta la puerta de nuestra casa (altruísta y gratuitamente); y así fue.

Así que después de 4/5 días de viaje, volvemos a casa enamorados de un pueblo, el ucraniano, que se nos presenta como una gente que conserva un punto de pueblerino, de cercanía, amabilidad y alegría que quizás, nosotros hemos perdido.

Volvemos agradecidos por el trato que nos han dado y el esfuerzo que han realizado para comunicarse con nosotros.

Y así concluimos 4/5 días de viajes, 2.400 kilómetros y 90€ en gastos.

4 comentarios:

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  2. Kiev Kiev Kiev Kiev!!!

    Et seguiré a partir d'ara!!! Quines ganes que parlis de Wroclaw!!!
    Com ha anat el cap de setmana?

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  3. ja duim caps de setmanes enrere... wroklaw, Wetlina... això és bona senyal, ho disfrutem tant que no tenim temps d'escriure-ho!

    fins després cosa guapa!
    :)

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  4. Carlitussss... yo de ti escribía un libro... menudo poeta estas hecho. Me encanta como describes todo... parece que esté yo ahí.
    Un besito muy fuerte desde BCN.
    T'estimuuuuuuuuuuuu

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