miércoles, 13 de mayo de 2009

Wroclaw


Una vez más, nos encontramos en la estación de trenes de Kraków dispuestos a regatear el 10% de descuento de estudiantes, y una vez más no lo conseguimos. Esto no será un impedimento para pasar 4h de viaje entre juegos, risas, cabezaditas y un ligero hedor a pies.

Llegamos a Wroclaw, una ciudad aparantemente muy diferente al resto de lo visto hasta ahora en Polonia. Es moderna, todo parece de nueva construcción, sus fachadas, a diferencia de las de Kraków, son todas muy coloridas. Más tarde averiguaremos que Wroclaw parece totalmente nueva debido a que durante la IIGM fue devastada y se tuvo que reconstruir prácticamente en su totalidad.

Hacemos las visitas de rigor, es decir, cientos de espectaculares iglesias, una universidad fascinante, una enorme y simetrica plaza central (lo que me produce una desorientación brutal) y un paseo por el casco antiguo, en éste caso no tan antiguo. A media mañana alquilamos unas barcas e intentamos, sin mucha destreza, remar por el río. Aunque no fuimos muy lejos, la experiencia fue divertida.

Cae la noche, y después de que nos persiga la camarera del restaurante por morosos (debido a un error de cuentas) nos decidimos a descubrir la vida nocturna de Wroclaw, inicialmente sin mucho éxito. Preguntando por un bar a un jóven lugareño, de apariencia y risa confusa, acabamos uniéndonos a su grupo y bailamos rodeados de melenudos. Disfrutamos del baile y degustamos la bebida nacional, y es aquí cuándo tenemos un primer contacto con personas de estética “skinhead”. Después de hablar un rato con uno de ellos (no por gusto, sino porque estaba obsesionado con la belleza de Bea y algo había que hacer), descubrimos que simplemente es un pobre muchacho con sentimiento de inferioridad que necesita tener una apariencia agresiva para esconder todos sus temores.

El grupo va decayendo, pero Miriam, David, Bea, Sergi y yo rematamos la noche con un desayuno fuerte; siguen cayendo y quedamos Miriam y yo, cuándo decidimos volver al hostel entramos en la caótica plaza central y la desorientación nos hace dar vueltas sin rumbo hasta que, casi de milagro, encontramos el camino de vuelta a casa (seguramente uno de los tantos enanitos nos guió).

Nuestra segunda jornada en Wroclaw prosigue de visita en visita, lo que puedo decir de éste día es que me sorpendio enormemente ver a un obispo bajarse de un audi, previa apertura de puerta por parte del chófer, y entrar en un lujoso edificio. Esa es la iglesia que ayuda a uno a reafirmarse.

La segunda noche no se hace esperar y salimos de fiesta, alrededor de las tres todos van cayendo (Sergi, Paula, Aloma, Noe, Bea….) y quedamos: Pedro, el murciano, la profesora de baile Iria, la siempre incombustible e infinita Miriam y yo, Maciosky. Después de unos bailes de salsa cubana Pedro se retira y el resto nos quedamos en busca de otro garito.

Miriam pregunta a un jóven polaco dónde podemos ir, y nos invita a hacer unos chupitos con sus amigos. Son unos punkis muy salados, charlamos con ellos durante un par de horas y acabamos bailando “volare” en su casa. Nos ofrecen quedarnos o incluso volver otro finde a su casa, pero decidimos volver al hostel para descansar un poco, sólo un poco.

No sé si fue la casualidad o qué, pero notamos una presencia considerable de “skinheads” en ésta ciudad, nuestro último día presenciamos un deleznable espectáculo en ella. Frente a un reducido grupo de manifestantes a favor de la normalización de la homosexualidad, se encuentra un grupo de “skinheads” (lo califico así sin saber ciertamente si son esto, son racistas o nazis… no sé que término es el apropiado), escoltados por la policia, con carteles irrespetuosos y cuál perro esperando a su presa.

Al ver esto uno siente rábia, impotencia e incomprensión, uno se hace preguntas, cómo la gente puede tener tan poca capacidad de empatía, cómo pueden ser tan irrespetuosos, por qué son incapaces de entender el amor en cualquiera de sus formas, por qué se sienten atacados… Ésta es la gota negra que mancha una ciudad tan colorida, seguramente la solución sólo sea cuestión de pedagogía y tiempo, pero ¿cuántos tendrán que sufrir hasta que esto llegue?

No hay comentarios:

Publicar un comentario