lunes, 18 de mayo de 2009

Sanok - Wietlina




Transcurre una semana más, iendo y viniendo del trabajo, quedando con los colegas, iendo al río por las tardes… Llega Sant Jordi y se produce el intercambio de rosas y libros (traen poetas y cantantes catalanes, el Cervantes organiza varias actividades)…también llega el festival de cine y nos topamos con Fernando Trueba, muy agradable…

Acontece un nuevo viaje, ésta vez a la Polonia profunda, pero la noche anterior, casi sin quererlo salimos y nos liamos hasta tarde. Bea, Noe y Miriam son puntuales y cogen el bus hacia Sanok a las 8h; Sergi, Paula, Cris, Aloma (que tenía que coger un vuelo para volver después de pasar una parrandeada semana con nosotros) y yo nos dormimos y cogemos el de las 9h, y Marta y David, por un pequeño fallo tienen que esperar hasta el de las 10h. Así pues, llegamos a Sanok escalonados. Estamos un día en este municipio, tiempo suficiente para hacer una caminata de 4 o 5 horas campo a través, y acabar al otro lado de la montaña alucinados por la belleza del paisaje. Estábamos lejos y la noche empezaba a caer cuándo algunos del grupo entran a un pequeño colmado a preguntar como podíamos coger un taxi, los aldeanos (90% ancianos) se esfuerzan por comunicarse con nosotros (ni ellos, ni nosotros tenemos una lengua común con la que comunicarnos). La aldea se moviliza, y nos dan un trato exquisito; mientras mis compañeros intentan hacerse entender, yo observo como un sol enrojecido se pierde en el horizonte… y casi sin darme cuenta ya tenemos dos taxis esperando para llevarnos al hostel, nos despedimos muy agradecidos de ese grupo de ancianos.
El agotamiento nos hace ir a dormir con las gallinas y nos despertamos al amanecer con el canto del gallo. Nos dividimos, Marta y David se quedan en Sanok, Sergi y Cris vuelven a Kraków y Miriam, Bea, Noe, Paula y yo, después de un error con los autobuses, acabamos en Wietlina.
Wietlina es una aldea muy pequeña, de 300 persona (aunque nosotros no vimos más de 20), situada en un precioso valle y rodeada de montañas. Tenemos suerte y hace un día soleado y caluroso, después de encontrar dónde dormir (gracias a la ayuda de una polaca, quién nos consigue sitio para reposar durante la noche), nos vamos de caminata por la montaña. No recuerdo si fueron 4 o 5 horas lo que caminamos, pero si recuerdo que fue agotador.
Al llegar otra vez a la villa, entramos en una tienda, y sorprendentemente una chica nos habla en castellano (Paulina, que estuvo de erasmus en Sevilla), después de las preguntas iniciales nos ofrece ir con ella y sus amigos a hacer una hoguera en un descampado y comer carne, y así quedamos.
Finalmente lo de la hoguera se suspende, pero quedamos con ella y su amigo Woijteck para cenar y tomar alguna copa. Acabamos en el que debía ser el único bar del pueblo, tomando una cerveza acompañada de tres bolsas de patatas y unos palitos de pan (no había otra opción). Después de ciertos rituales de masculinidad, es decir, de hacerme jugar a pulsos con chicarrones de pueblo (a los cuáles no les dure ni 2 segundos), Martyn se introduce al grupo. Bailamos un poquito y jugamos un par de futbolines con el alocado Woijteck y con el divertidísimo Martyn.
A la vuelta al hostel, Miriam y yo nos quedamos aproximadamente una hora anonadados con las estrellas (cazamos 3 fugaces), nunca había visto tantas, creo que ni tan siquiera era consciente de que puediera haber tantas. Nos habríamos quedado toda la noche observandolas, es más, me emocionaba poder contemplarlas. ¡Que pequeñito se siente uno frente a ellas!
A la mañana siguiente quedamos con ellos tres, quiénes se han ofrecido a hacernos de guía para enseñarnos una cordillera espectacular. Nos encontramos en la misma tienda en la que conocimos a Paulina, y nos tienen preparado un desayuno (sí, sí…desayunamos dentro de una tienda). A las 7.30 empezamos nuestro camino hasta la cima, tardamos un par de horas en llegar ; las vistas eran impresionantes y el viento tenía una fuerza desgarradora. Ese viento nos proporcionó una sensación muy agradable y nos llenó de vida; en la cima, a 1.200 metros nos sentamos a comer unos bocadillos para recuperarnos y disfrutar de la naturaleza.


Volvimos a Wietlina después de haber pasado un día muy ameno con Paulina (quién también habita en Kraków), Woijteck y Martyn. Cogemos un bus, Miriam, Noe, Bea, Paula y yo, y en 8 horas nos plantamos en Kraków otra vez.
¿Y ahora qué?

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